Ante el Foro Económico Mundial, el Gobierno lanzó toda la artillería
de seducción al capital. Pero las condiciones de la economía y el propio
comportamiento de los capitales siguen siendo esquivos. La lluvia que
no cayó, el semestre que no llegó.
(Por Raúl Dellatorre) El gobierno nacional vuelve a apostar todas las
fichas de la recuperación económica al repunte de la inversión privada.
Los intentos por atraer a inversores extranjeros tuvieron hasta ahora
más demostraciones de entusiasmo en los discursos oficiales que en las
respuestas de los destinatarios del llamado. La realización durante esta
semana del capítulo latinoamericano del Foro Económico Mundial, que
reunió en Buenos Aires a más de mil hombres de negocios (que no es
sinónimo de inversores), fue otra oportunidad para que las autoridades
desplegaran su oferta de flexibilización laboral, medidas de
facilitación del movimiento de capitales y demás incentivos para atraer
la inversión. Pero en la misma semana se realizó la primera huelga
general del conjunto de centrales sindicales, que también es un aporte a
los empresarios y banqueros visitantes para que conozcan de primera
mano las dificultades sociales presentes en el país. En su esfuerzo por
seducir al capital, el presidente de la Nación se atrevió a
responsabilizar al “clima de conflictividad que se vive en el país” por
la ausencia de llegada de inversiones.
A criterio de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo
Económico (FIDE), la afirmación de Macri acerca de la conflictividad y
la inversión “invierte la cronología de los hechos”. El análisis de
coyuntura de la entidad que conduce Mercedes Marcó del Pont (ex
presidenta del Banco Central) recuerda que, durante el primer año de
gobierno de Cambiemos, se produjo “un acelerado deterioro en las
condiciones socioeconómicas, con un elevado grado de tolerancia de la
sociedad”. Las protestas llegaron después. En ese primer año de gestión,
señala FIDE, hubo varios indicadores que marcaron el retroceso de la
economía, “pero la inversión fue la variable que exhibió el peor
desempeño”.
El discurso oficial, cuando habla de inversiones, suele adornarse de
grandes cifras para subyugar a los destinatarios. Ante el foro
empresario internacional, el presidente de la Agencia Argentina de
Inversiones y Promoción del Comercio, Juan Procaccini, aseguró que el
país le ofrece al mundo “oportunidades de inversión por 260.000 millones
de dólares” en infraestructura, hidrocarburos, minería, energías
renovables, desarrollo inmobiliario, telecomunicaciones, tecnología,
agronegocios y turismo. Concepto que remató posteriormente,
entrevistado, con la aseveración de que “el mundo reconoce en la
Argentina a un nuevo líder en lo político y en lo económico de la
región”. Esa es la plataforma sobre la cual el gobierno construye el
proyecto “lluvia de inversiones 2” o sueña con otro “segundo semestre”.
Pero en una manifestación de ingratitud, la realidad le jugó otra
mala pasada al optimismo oficial justo esta semana. El jueves se
conocieron las cifras del Indec sobre utilización de capacidad instalada
de la industria, que es el indicador que relaciona la capacidad real de
producir con la demanda real. Si el uso de capacidad instalada está por
arriba del 90 por ciento, quiere decir que la demanda tracciona para
que se amplíe esa capacidad: demanda inversiones para satisfacerla. En
cambio, si cae por debajo del 70 por ciento, o peor, por debajo del 60
por ciento, quiere decir que sobra equipo de producción para la demanda
realmente existente. No es un panorama que convoque a la inversión.
Y esto último es lo que está sucediendo en gran parte de la industria
local, lamentablemente. Las cifras del Indec muestran que, al mes de
febrero, la utilización de capacidad instalada para la industria en
general cayó al 60 por ciento, el punto más bajo en los últimos 14 años.
Ni Alimentos y bebidas (62,4) o Industrias metálicas básicas (65,7)
salen airosos de los resultados de ese análisis. Muchos menos textiles
(53,9), caucho y plástico (54,1), metalmecánica (42,1), edición e
impresión (47,6) o la poderosa, aún en este contexto, industria
automotriz (31,5 por ciento de utilización).
Tres últimos datos para una perspectiva más aproximada de lo que
puede esperarse de la inversión este año. La evolución de la economía
del primer trimestre abre un gran interrogante sobre cómo se llegaría al
3,5 por ciento de crecimiento en el año, si la industria sigue cayendo y
la construcción, hasta febrero, también. La anunciada reversión de la
caída (Dujovne dixit) no se corrobora con la información global. Segundo
dato: el cambio de clima para los negocios que debía desembarcar de la
mano de un gobierno macrista tampoco encuentra verificación en las
estadísticas. Durante 2016, la inversión extranjera directa –la que
genera nueva producción y crea nuevos trabajos– fue, como proporción del
PBI, una de las dos más bajas de los últimos quince años. En 2016
representó 1,1 por ciento del PBI, contra 1,9 por ciento en 2015. Y el
tercero: si, como dice Procaccini, el país ofrece tantas buenas
oportunidades de inversión, los dueños del capital deben tener la
dirección equivocada, porque los capitales siguen fugando en lugar de
ingresar.
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Cae la inversión privada: Clima de negocios con nubarrones
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domingo, 9 de abril de 2017